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Articles by Mike Wittmer

Tres reyes

En el éxito musical Hamilton, se representa humorísticamente al rey Jorge III de Inglaterra como un villano demente. Sin embargo, una nueva biografía de él dice que no era el tirano descrito en la obra ni en la Declaración de la Independencia de Estados Unidos. Si hubiese sido un déspota brutal, habría detenido la independencia con medidas extremas. Pero lo contuvo su temperamento «civilizado y bondadoso».

Dios dice tu nombre

Natalia fue a otro país con la promesa de recibir educación. Pero poco después, el padre en el nuevo hogar empezó a abusar física y sexualmente de ella. La forzó a cuidar su casa y a sus hijos sin pagarle, y no la dejaba salir ni usar el teléfono. Se convirtió en una esclava.

Personas de refugio

Felipe y Silvia, conmovidos por historias de niños refugiados, abrieron su corazón y su casa a dos de ellos. Tras buscarlos en el  aeropuerto, condujeron en silencio hacia su casa. ¿Estaban preparados para eso? Tenían diferente cultura, idioma y religión, pero se convirtieron en personas de refugio para esos preciosos niños.

Libres en el Espíritu

Ni Orville ni Wilbur Wright tenían licencia de piloto. Ninguno había ido a la universidad. Eran mecánicos de bicicletas, con el sueño y el coraje de tratar de volar. El 17 de diciembre de 1903, se turnaron para pilotar su Wright Flyer en cuatro vuelos. El más largo duró solo un minuto, pero cambió el mundo para siempre.

Amontonar brasas sobre los enemigos

Daniel soportaba golpizas diarias del mismo guardia de la prisión. Sentía que Dios lo instaba a amar a ese hombre, así que una mañana, antes de que comenzara la paliza, dijo: «Señor, si lo voy a ver todo los días por el resto de mi vida, hagámonos amigos». El guardia respondió: «No, nunca seremos amigos». Daniel insistió, extendiendo la mano para estrechársela.

Ahora está vacía

Mis hermanos y sus familias pasaron el día mudando las pertenencias de nuestros padres de la casa donde nos criamos. A la tardecita, volvimos para sacar las últimas cosas y, sabiendo que sería la última vez allí, nos tomamos una foto. Intentaba contener las lágrimas cuando mi madre me miró y dijo: «Está vacía ahora». Eso me destrozó. La casa que guardaba 54 años de recuerdos ahora quedaba sola. Trato de no pensar en eso.

Jesús es la respuesta

Cuenta la historia que, en la gira de conferencias de Albert Einstein, su chofer mencionó que había escuchado tantas veces su discurso que él mismo podía darlo. Einstein sugirió que cambiaran de lugar en la próxima universidad, y el chofer accedió. Cuando llegó el momento de preguntas y respuestas, alguien hizo una pregunta con agresividad, y el chofer respondió: «Me sorprende que haga una pregunta tan sencilla que incluso mi chofer puede responder». Entonces, este «chofer» —el mismísimo Albert Einstein— respondió la pregunta. Así termina esta historia divertida pero ficticia.

Suéltalo

La autobiografía de Agustín, Confesiones, describe su largo y tortuoso camino a Jesús. Una vez, cabalgaba hacia el palacio para elogiar en un discurso al emperador. Le preocupaba cómo recibiría esas frases engañosamente lisonjeras, cuando vio a un borracho que hacía chistes y se reía. Entonces, se dio cuenta de que, con mucho menos esfuerzo, aquel hombre ya tenía la pasajera felicidad que su furtiva carrera podría brindarle. Entonces, dejó de luchar por el éxito mundano.

¿Cómo te llamas?

Joana se volvió a casar tras la muerte de su primer esposo. Los hijos de su nuevo marido nunca la aceptaron, y ahora que él también murió, la detestan por quedarse en la casa de su infancia. Dicen que les está robando su herencia. Lógicamente, Joana está desanimada y amargada.

Escoge la alegría

Carlos se sentía desanimado mientras caminaba dificultosamente por el pasillo de las verduras. Con las manos temblorosas —los primeros signos de la enfermedad de Parkinson—, se preguntaba: ¿Cuándo comenzará a desaparecer esta calidad de vida? ¿Qué significará para mi esposa e hijos? Su pesimismo quedó destruido ante una risa. Junto a las patatas, un padre empujaba en una silla de ruedas a su sonriente hijo. El hombre se inclinó y le susurró algo a su hijo, que no podía dejar de reírse. Sin duda, su condición era peor que la de Carlos, y aun así, ambos encontraban alegría donde podían.